domingo, 14 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ…POETA

Este año se cumple el centenario del nacimiento de un hombre…de un poeta español, de Orihuela. Miraba el mundo con la naturalidad, la sensualidad y la sencillez de un pastor de cabras, se significó como obrero y republicano, como amante compañero, amante esposo, amante padre; a este hombre le llevaron los Vientos del Pueblo y se le llevó la ignominia de las cárceles franquistas. Por vivir y morir así, pasó a engrosar las filas de los poetas censurados por el franquismo. Poeta calificado de “autodidacta”, “del pueblo”, “rojo”, fue un gran desconocido para los estudiantes y los lectores españoles hasta que un corajudo editor barcelonés, Janés (de la editorial Plaza&Janés), se atrevió a publicar en los años sesenta un pequeño volumen con obras escogidas para salvar la censura. Fue uno de los poetas más leídos por los universitarios españoles de los sesenta y setenta…aunque su obra no formaba parte de los planes de estudio oficiales.
Cien años hace que nació Miguel Hernández, cien años que “empezó a vivir y empezó morir de punta a punta”. Los verdaderos poetas, esos que hacen esa clase de poesía que no hace falta clasificar y calificar, esos hombres… están naciendo, viviendo, soñando e incluso muriendo a cada instante.
No quiero que estas líneas sean una simple reseña biográfica de un Poeta. Si la poesía tiene sentido, si la poesía es verdaderamente Poesía, la biografía del que la escribe importa tanto como la biografía del que la lee. Porque en ese momento en que se recibe la Poesía hecha (la Poesía se hace, se crea, no sólo se escribe) en ese momento… algo cambia en la vida. ¡Qué extraño se me hace que hayan pasado cien años desde que nació Miguel Hernández! A mi me parece que fue hace muy poco…hace casi un instante, cuando con 15 años comencé a recibir y a hacer míos sus versos.
Los versos de este cabrero de Orihuela decían bien lo que una chica de un barrio madrileño sentía. La adolescencia es esa edad en la que las primeras emociones, esas que luego serán el suelo donde se levantarán las ideas que nos vertebran, son tan intensas que es difícil ponerlas en palabras. Miguel Hernández era uno de esos poetas donde yo me leía. Ese es el sentido y la necesidad de la poesía, de la literatura, de la lectura. Después, cuando creces no se vuelve a leer igual. Pocas veces vuelve una a leerse en las páginas escritas por otro. Una se entretiene, o comprende, o comparte, o disiente….pero ya la latitud del tiempo y de la identidad conseguida, hace que uno tenga lenguaje propio para lo que siente y bastante distancia crítica. No hay auténtica adolescencia sin poesía, no hay verdadera madurez sin filosofía…no hay verdadero viaje que no lleve al final al descubrimiento de uno mismo.
En Miguel Hernández leí por primera vez la rabia por la injusticia….cómo resonaban en los laberintos de mi pecho aquellos versos que decían:“Me duele este niño hambriento/como una grandiosa espina,/y su vivir ceniciento/revuelve mi alma de encina./Lo veo arar los rastrojos,/y devorar un mendrugo,/y declarar con los ojos/que por qué es carne de yugo.” Leí también en sus versos la extraña y violenta sensación que uno tiene al experimentar la temprana muerte de un familiar querido: “Ando sobre rastrojos de difuntos,/ y sin calor de nadie y sin consuelo/ voy de mi corazón a mis asuntos./ Temprano levantó la muerte el vuelo,/ temprano madrugó la madrugada,/ temprano estás rodando por el suelo./ No perdono a la muerte enamorada,/ no perdono a la vida desatenta,/ no perdono a la tierra ni a la nada”.La visión de la belleza…la necesidad de que aquel que quería que me mirara, me recordara como decían aquellos versos: “¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria/ del privilegio aquel, de aquel aquello/ que era, almenadamente blanco y bello,/ una almena de nata giratoria?” Y qué decir de aquel poema, El hambre, en cuyos versos leí y entendí lo que sintieron mis abuelos y tantos otros: “Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,/ tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,/ el pan, el día, el hambre no tenga compartido/ con otras hambres puestas noblemente en la boca./ Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera/ hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente./ Yo, animal familiar, con esta sangre obrera/ os doy la humanidad que mi canción presiente/. Comprendí con los versos de este poeta, las luchas de un pasado no tan remoto y yo también sentí por primera vez que Para la libertad hay que sangrar, luchar, pervivir…”Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,/ ella pondrá dos piedras de futura mirada/ y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan/ en la carne talada./ Retoñarán aladas de savia sin otoño/ reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida/ Porque soy como el árbol talado, que retoño:/ porque aún tengo la vida.” Y me sentí orgullosa de los míos, de mi padre, mi madre que habían padecido la misma guerra que Hernández, y en su vivir me trasmitieron lo mismo que el poeta: “Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes, tristes./ Tristes armas/ si no son las palabras./ Tristes, tristes./ Tristes hombres, /si no mueren de amores./ Tristes, tristes.” Orgullosa de mi abuelo que había sobrevivido a las mismas cárceles a las que no pudo sobrevivir Hernández: “Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,/van por la tenebrosa vía de los juzgados:/buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,/lo absorben, se lo tragan”.Orgullosa de los míos porque, a pesar de las tristes guerras y de las sombrías cárceles, me habían criado con canciones de esperanza, como la Canción Última de Hernández: “Pintada, no vacía:/ pintada está mi casa/ del color de las grandes/ pasiones y desgracias./ Regresará del llanto/ adonde fue llevada/ con su desierta mesa,/ con su ruinosa cama./ Florecerán los besos/ sobre las almohadas/Y en torno de los cuerpos/elevará la sábana/su intensa enredadera/nocturna, perfumada./El odio se amortigua/detrás de la ventana./Será la garra suave./Dejadme la esperanza.”
Este año se cumple el centenario del nacimiento de un Poeta….y, con decir esto no deberían ser necesarios más calificativos.

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