domingo, 28 de noviembre de 2010

puntos suspensivos

Para que imagines…lo que viene
Para que interrumpas…cuando quieras
Para ser cómplices…ya sabes
Para que tengas en cuenta…las dudas…
…los miedos…
…la fragilidad.

entre lo que digo… y lo que callas…
puentes…de puntos suspensivos…

y todo lo demás…
y todo lo demás….

sábado, 27 de noviembre de 2010

LA TIRANÍA DE LA VERDAD: LA UTOPÍA DE NO PENSAR

Quizá la tarea del que ama a los hombres consista
en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que
la verdad ría, porque la única verdad consiste en
aprender a librarnos de la insana pasión por la verdad.

Umberto Eco



Durante toda la Historia, el hombre se ha dedicado a construir, “ideales” que satisfacían en mayor o menor grado el mayor de sus deseos: la verdad. La verdad es la novia esquiva y escurridiza de toda filosofía, de toda ciencia y, en general, de toda disciplina que quiera ser tomada en serio. Y mientras los hombres o, mejor dicho, algunos hombres se dedicaban a “diseñar” ideales y utopías cada vez más perfectas, más consistentes, más irreprochables, otros se dedicaban a vivir o, mejor dicho, en la mayoría de los casos, a malvivir. Siempre ha habido ingenieros y peones de albañil. Así, la verdad (o la necesidad de seguridad si somos más considerados, aunque algunos no lo merezcan) es una señorita de la alta sociedad que da un gran caché a quien la tiene por amiga. El problema es que la verdad nunca ha sido cosa de este mundo y, por tanto, cada utopía levantada siempre ha quedado fuera del espacio, del tiempo y, sobre todo, de la vida y del ser humano.

Es irreprochable, en este sentido, la pretensión de algunos pensadores -los pensadores de la sospecha, por ejemplo- de querer traer la verdad al seno de la tierra y no dejarla en manos de un Dios que, más que un Dios es, como dice Nietzsche, “una falta de consideración con nosotros los pensadores. Diré más: es una prohibición intolerable; la prohibición de pensar”. Pero, me temo que no hay pretensión de verdad que no quiera ser absoluta, y en cuanto ocurre esto, la nueva verdad propuesta se convierte en una tirana como su predecesora. Casi todos los filósofos, se han dedicado a fundamentar nuevas utopías, nuevas verdades que sustituyeran a las anteriores. Y en toda utopía, está la pretensión de devolver al hombre la dignidad que la tiránica verdad anterior le había arrebatado. El verdadero problema surge cuando, a costa de la nueva verdad supuestamente salvadora y dignificadora, ruedan las cabezas de aquellos que se aferran a la antigua verdad o las de esos otros que, por una razón u otra, no son considerados como merecedores de la nueva verdad. El verdadero problema es que el hombre da más importancia a las ideas que a la vida. Lo ideal es siempre lo contrario a lo vital. Las ideas, la verdad, son siempre más acogedoras, más seguras que la vida. Así, cuando el pensamiento, o el pensar del hombre, se torna en disciplina, es decir, quiere ser tomado en serio, quiere ser válido para todos y para siempre, quiere responder definitivamente a todas las preguntas, quiere ser verdad, entonces los hombres quedan postrados y la vida queda reducida a la normatividad que impone la disciplina. Es lo mismo que se hizo con los dioses, en cuanto se les dio el estatus de verdad tuvimos que cargar con ellos, en cuanto se pretendió que esa creación humana, demasiado humana, fuera inapelable, totalmente firme y segura…el ser humano agachó la cerviz y se postró. Y que nadie piense que hablo de la noche de los tiempos, la frase que define nuestro ahora y que constantemente repiten nuestros electos políticos es “los mercados son inapelables”. Los dioses son camaleónicos.

Durante toda la historia, el hombre ha definido y ordenado su existencia en base a la verdad de turno, la verdad que los filósofos, los científicos, los políticos de turno,  los mercados y, en general, las supuestas mentes privilegiadas proponían. Y nadie debía o podía preguntarse si esa verdad era buena y bella, porque la verdad es, por definición, buena y bella, es el Bien, es la Belleza. Detrás de este afán de ordenación y de verdad se esconde la pretensión de hacer que el hombre se sienta culpable e incluso algo peor, que el hombre sea culpable. ¿Acaso no comiste la manzana...acaso no pediste el crédito? Siempre se ha visto la vida, y el presente como el resultado o la consecuencia fatídica de un ultraje, el ultraje que el hombre hizo a la verdad, al sistema. Expulsados del Paraíso al valle de lágrimas, expulsados de la casa por no poder pagar el crédito…en los dos casos, hay que hacer penitencia, hay que apretarse el cinturón, en los dos casos el mensaje es “eres culpable”.

Cuando Nietzsche anunciaba la muerte de Dios, se equivocaba quizás. Moría un nombre de la verdad, un ropaje, moría un ideal y surgía otro. Quizá los hombres necesitan a los dioses, a la verdad porque no admiten su soledad cósmica, no admiten ser un grupo cerrado al que no mira nadie. Primero mitos, narraciones sobre nuestro origen, después filosofía, luego la ciencia, hoy mercado…y siempre la necesidad de la verdad cuna, segura, originaria, fundamentadora. En la obra de Nietzsche el asesino de Dios, el inenarrable, es el hombre más feo del mundo. No soporta el ojo constante de Dios sobre su fealdad.

No terminamos de acostumbrarnos a la soledad y a la inseguridad. Toda filosofía, toda doctrina, toda disciplina, no pretende más que solucionar estos problemas. Yo me pregunto cómo sería la vida si realmente respondiera a una verdad última, si todos los hombres se comportaran según la verdad. Creo que no sería muy divertida, sería humillante porque la verdad es el insulto más grande que el hombre pronuncia contra sí mismo. La verdad no sólo es la prohibición de pensar, sino también la prohibición de imaginar, de crear, de ser diferente. Pero no sólo eso, yo me pregunto, si esa insana pasión por la verdad no será la máscara de otra insana pasión: la de dejar de pensar. "Para qué pensar si puedo pagar" escribía irónicamente Kant en el siglo XVIII.

En la mitología cristiana el conocimiento implica infelicidad, culpabilidad, pecado. El árbol prohibido es el árbol de la ciencia y del bien y del mal. Pessoa, escribe “Sólo son la ignorancia y la inocencia/ felices, mas lo ignoran. ¿Son o no?/ ¿Qué es, sin saberlo, ser?/ Ser, cual la piedra un lugar nada más.” Nuestra actitud no dista mucho de esta…¿acaso sabemos algo de nuestros nuevos y neoliberales dioses? Los caminos del mercado y la economía financiera -metafísica pura y dura al fin y al cabo- son inexcrutables. ¿Acaso sabemos algo ya de nosotros mismos? No sabemos nada, no queremos saber nada, no queremos pensar y pretendemos así ser más felices. “Felicidad” significa fertilidad, fecundidad. ¿Realmente la estupidez, la ignorancia, la servidumbre a verdades-prohibiciones nos hacen felices? Curiosidad, libertad, creatividad…quiero seguir buscando, eligiendo, experimentando, con la única mirada, palabra y compañía de los otros como yo, riéndonos de las verdades y los dioses. Quiero seguir pensando, quiero ser feliz, fértil, fecunda. A ver si así dejamos de parir con dolor tantas verdades, tantos engendros.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ÉPOCAS, LENGUAJES

Carne, deseo
y el sagrado hacerse del Mundo: Poesía.

Palabra, luz
y el sagrado signo del Mundo: Logos.

Dios, tic-tac-eterno
y el oscuro enigma del mundo: Silencio.

Número, orden
y el frío mecanismo del objeto: Ensayo
...y error

lunes, 22 de noviembre de 2010

¿Qué miramos?

¿qué miramos?

¿con qué miramos?
¿desde dónde?

Quizás sólo debamos pensar profundamente
en las preguntas.

Puede que así podamos entender
qué preciso método
ha amaestrado nuestra mirada.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL CUERPO COMO LÍMITE.

El pensamiento occidental mayoritaria y tradicionalmente ha concebido al ser humano desde la dualidad alma-cuerpo, con todos los posibles nombres y matices que esta escisión ha tomado en la historia (carne-espíritu, mente-cuerpo). Por tanto el cuerpo siempre ha sido pensado por oposición a otra instancia, el alma, el espíritu o la mente, que habitualmente se ha considerado mejor. Nuestro lenguaje, que expresa las categorías básicas de esta forma de pensar, lo dice en multitud de expresiones: “mi cuerpo” decimos habitualmente y, sin darnos cuenta, hacemos del cuerpo algo diferente de nosotros mismos, algo que poseemos. Sería extraño decir, “el cuerpo de mamá”, o “el cuerpo de Pedro”, de hecho, esta expresión aludiría en castellano al cadáver de mamá o al de Pedro. Para referirnos a otro decimos a secas “mamá”, o “Pedro” pero curiosamente expresamos nuestra corporalidad en términos de propiedad o de instrumentalidad. El lenguaje dice bien que el pensamiento es un afán de dominio y control.

Pero… ¿dónde está el origen de esa forma de pensar al ser humano como dualidad alma-cuerpo? ¿Qué consecuencias se derivan de ella?

La antigua Grecia nos pone ya sobre la pista de la forma en que Occidente va a pensar la corporalidad. El hombre, pensado como una escisión, comienza ya en esta civilización de la mano del orfismo, será con la filosofía platónica con la que se consolide y más tarde, con el cristianismo, cuando llegue a su máxima expresión. La modernidad y el triunfo de la ciencia no aportarán tampoco dignidad al cuerpo, será una cosa mía más que controlar, utilizar, transformar a mi antojo…consumir.

Sin embargo en la Madre Grecia no siempre encontramos la idea de un hombre partido en dos. En el primero de los grandes textos de la cultura occidental, la Iliada, esta dicotomía alma-cuerpo no está presente. Si están presentes tanto el término alma, psiché, como el término cuerpo, soma, no obstante designan realidades muy diferentes de las que siglos más tarde entenderán filósofos como Sócrates, Platón o el mismísimo Aristóteles. En Homero psiché es simplemente el hálito o el soplo de la respiración que se le escapa al hombre en el último estertor de vida, como una mariposa (psiché también tiene este significado), antes de que su soma (término apenas usado por Homero), su cadáver yazga en el suelo. Posteriormente se interpretará este soplo como el principio vital que anima a los seres. Psiché en la Iliada es también un eidolon, una imagen, un doble del hombre que mora para siempre ya en el Hades una vez ha muerto. Esta existencia de esa imagen del hombre es fantasmagórica, pues el infierno es el olvido, la falta de memoria. Sólo las almas de aquellos hombres cuya vida ha sido digna de recordar, los héroes, persisten en el Hades recordando. Es quizás de esta noción de alma de donde surgirá luego la idea de alma-conciencia, de alma-pensamiento. Pero en Homero no existe el concepto de alma como órgano espiritual del hombre donde reside su conciencia y su pensamiento, esa noción es fruto de tradiciones posteriores. Tampoco hay un hombre consciente de su cuerpo en tanto unidad, hay una total indiferenciación de lo que luego la filosofía diferenciará. El alma como principio vital designada por el término psiché, el alma como principio espiritual e intelectual, designada con los términos phrenés(espíritu) y nous(inteligencia), y el cuerpo como pura materialidad pasiva, soma, no son conceptos homéricos. En Homero el hombre tiene cuerpo, pero no conciencia de éste más allá de la suma de sus miembros. El cuerpo no es más que lo que está ante los ojos, unas “ágiles piernas”, unos “poderosos brazos”. Y el hombre es también eso: un cuerpo vivo que siente y actúa, sin fracturas, sin conciencia. Los hombres en la Iliada son hombres de una pieza, hombres en bruto.



La primera idea en torno al cuerpo como un principio negativo constitutivo del ser humano la aporta el orfismo. No puedo explicar aquí el complejo conjunto de creencias y ritos que componen lo que llamamos orfismo, tan sólo diré que éste es una forma religiosa que, utilizando las mismas deidades de la religión griega es, sin embargo una oposición a la religión oficial de la polis. Sí se hace necesario hablar de la doctrina órfica en torno al soma-sema, al cuerpo-sepulcro, pues es a partir de la difusión y adhesión a esta idea cuando surge el dualismo en el pensamiento sobre el ser humano y el menosprecio de la corporalidad dentro de una cultura en la que, como hemos visto hasta ahora con la referencia a Homero, el hombre es su cuerpo, es inconsciencia y corporalidad.

La doctrina del cuerpo-sepultura la elabora el orfismo en torno a los mitos no órficos sobre el dios Dionisos. Dentro de las deidades griegas, Dionisos es un dios muy peculiar, paradójico, contradictorio diríamos: en primer lugar, los griegos de la época clásica (s. V a. C.) lo veían como un dios que viene de Oriente y sin embargo hay tablillas micénicas del segundo milenio a.C. encontradas en Pilos que ya hablan de Dionisos. En realidad no es un morador del Olimpo, los griegos lo creían llegado de Tracia o de Lidia, en Oriente. Por tanto la primera paradoja es que Dionisos es un dios de la mitología griega que los griegos consideran extranjero. En segundo lugar Dionisos, según la Iliada y Hesiodo (Teogonía) es hijo de una mujer mortal y Zeus (muy pocos dioses griegos son hijos de mortales). Pero el mito en torno a Dionisos, que seguramente es fuente de inspiración órfica, nos dice que Sémele quiere ver al padre de su hijo, todavía no nacido, en todo su esplendor y Zeus se muestra como rayo con lo cual Sémele cae muerta. Dionisos sale entonces del vientre de Sémele. Al ser un no-nato y prematuro, Zeus lo cose a su muslo para que termine de gestarse. Dionisos es el dios que nace dos veces. Los mitos órficos sobre Dionisos, al que llaman Dionisos Zagreus añadirán un elemento que en otros mitos no está: Dionisos muere a manos de los Titanes y renace de nuevo. Es extraño para un dios griego, cuya característica principal es la inmortalidad, que muera y renazca. Aquí va el mito órfico en torno a Dionisos: en la interpretación órfica, el relato en torno a Dionisos tiene ya un componente moral porque explica el carácter culpable de la vida humana. Según las versiones órficas Dionisos es hijo de Zeus y Perséfone (que no es una mortal, sino la consorte de Hades). Los Titanes, deidades a las que Zeus había vencido en la Titanomaquia, resentidos con éste, matan, descuartizan y devoran a Dionisos, dejando solamente su corazón. Zeus fulmina a los Titanes con su rayo. De la mezcla de las cenizas abrasadas de los titanes y la tierra surgen los hombres, los seres humanos. Por eso los hombres tienen un componente titánico, malvado, abyecto…el cuerpo, y un componente divino…el alma, ya que los titanes han comido y digerido a Dionisos, hijo divino de Zeus (principio de todo según el orfismo). Todo hombre surge, según el orfismo, cargado con una antigua culpa, con una parte de su naturaleza bestial y soberbia, de la cual debe desprenderse. Durante la vida hay que purificar esa culpa mediante la ascesis para que el alma, liberada del cuerpo cárcel se reintegre a su verdadera vida, inmortal y divina. La purificación es un proceso penoso y lleno de esfuerzos porque el alma puede transmigrar y enterrarse en otros cuerpos, por eso los órficos no comían carne, ni derramaban sangre humana o animal, en cualquier animal puede estar sepultada un alma humana. Cuando alguien se iniciaba en los ritos mistéricos de la secta órfica se le confiaba la manera de presentarse ante los dioses de ultratumba. En los enterramientos órficos se han encontrado laminillas que recogen esta especie de guía del mas allá en las que hay instrucciones para no beber de la fuente del Olvido, sino de la fuente de la Memoria y proclamar su naturaleza inmortal, para así salir de la rueda de nacimientos y reunirse con los dioses y los héroes.

De estos mitos órfistas sobre Dionisos, en los que el hombre tiene la posibilidad de recuperar el estatus divino perdido, surgirán todos los menosprecios al cuerpo que, en la cultura griega no eran muy habituales. Como dije, el orfismo es la religión de aquellos que no encajan en la polis, en el espacio colectivo. La polis es la reunión de hombres, su corazón es el ágora, que no es más que eso, la asamblea, la reunión con los otros a través del lazo de la palabra. Como dice Tucídices “una ciudad son sus hombres y no unos muros ni unas naves sin hombres”. Y precisamente el orfismo es una forma religiosa que introduce la idea de salvación individual, en el seno de una cultura en la que no hay individuos, sino hombres públicos, políticos…en el sentido de hombres sociales, no en el sentido actual. En la polis no hay hombres vueltos para sí, hay hombres expuestos al espacio colectivo del ágora. Es bastante curioso que también las mujeres, que tampoco encajan en la polis, rindan cultos especiales a Dionisos, aunque desde una perspectiva de liberación emocional, carnal y sexual. Parece como si este dios estuviera involucrado con todos aquellos que en alguna medida son diferentes, con aquellos cuya existencia supone una alteridad con el modelo humano que propone la polis. Desde luego, el culto femenino a Dionisos no pasa por el menosprecio al cuerpo, por la necesidad de desvinculación del ideal político y vinculación con la divinidad que plantea el orfismo. El órfico siente, en realidad, añoranza por la pertenencia, pero no se siente parte del grupo humano, sino que se esfuerza, se ejercita a través de la ascesis, en la pertenencia al orden divino del que cayó. ¿Podríamos considerar, a modo de hipótesis, que el orfismo descubre una especie de conciencia personal, de identidad e intimidad personal, de yo que lo individualiza, por oposición a un espacio –la polis- y una cultura –la griega- en la que no existen individuos? ¿Podríamos decir, entonces que ese descubrimiento por oposición, trae la consecuencia de la exclusión del cuerpo de las estructuras de la identidad personal?

Recapitulando y a modo de conclusión, el orfismo introduce dos ideas nuevas en torno al hombre: la primera, el hombre es básicamente alma y el cuerpo una cárcel. El alma pasa a ser identidad humana, conciencia y tiene entidad propia, es sin necesidad del cuerpo, en filosofía esto es lo que se llama sustancia, lo que es sin necesidad de otro. Además es divina, su origen es divino, es decir, inmortal. De aquí derivará la noción filosófica de alma en tanto razón y la definición de hombre como ser racional, ser cuya característica esencial es la razón, Aristóteles, por ejemplo dirá que la razón es lo divino en el hombre. La segunda idea que aporta el orfismo es la de un hombre que está al margen del grupo social, el bíos orphikos, la manera de vivir del órfico presenta un hombre errante que, si bien no puede ser considerado un individuo, al menos si puede ser considerado un hombre que no siente los lazos sociales. Es, realmente un religioso, en el sentido de que su deseo es re-ligarse con lo divino, no con lo humano. La dualidad alma-cuerpo, la sustancialización del alma y la identificación de este hombre con ella suponen el germen de la individualidad, de un yo que empieza a poner sus primeros fundamentos. Y esos primeros rudimentos del yo se establecen a la contra de la identidad que proporciona la polis. El griego, en general, vivencia la relación con lo divino a través de la participación en las fiestas de la ciudad, en los festivales poéticos, en los juegos, en general a través de la vida social. Tan fuerte es la pertenencia que si la polis, la comunidad de hombres se pierde, se pierde el hombre. No sé si hay otra forma de generar la propia identidad personal que no sea por oposición, en confrontación con las primeras instancias donadoras de identidad (la familia, el orden social y político, el orden divino) pero esta independencia con respecto al cuerpo social, esta primera conquista de sí mismo paga un precio extremo: la fractura en el seno mismo del hombre. Yo, alma inmortal, yo sustancia inmaterial y divina debo desligarme lo más posible de esto que más me acerca a los otros humanos: mi cuerpo, mi cárcel. Ascesis como modo de vida, meleté thanato, ejercicio de muerte…eso será la vida para el órfico. ¡Qué duro precio tiene la conciencia de uno mismo!

A partir de este momento toda la filosofía occidental y después la ciencia ha cosificado al cuerpo, humillándolo. Sólo algunos autores contemporáneos como Nietzsche, Merlau-Ponty o Sartre han hecho un intento de pensar el cuerpo, la corporalidad desde otras categorías no dualistas o no reduccionistas. La ciencia a partir de la modernidad, y sobre todo en la actualidad, ha considerado al ser humano como pura materialidad determinada o por la información genética o por la presión del medio. Y el discurso cientificista sobre el cuerpo quizás tenga el mismo resultado psicotizante que el discurso dualista de antaño. Nótese que no digo discurso científico. Estamos en la época, ya llevamos mucho tiempo en ella, en el que todo discurso que no es científico se desprecia. Y al respecto del cuerpo más aún. Consideramos que sólo pueden hablar, con rigor, del cuerpo aquellos que lo conocen en su composición elemental y última: los bioquímicos, los médicos, los antropólogos forenses….(ahora que están tan de moda ciertas series de televisión en las que la prueba empírica nunca miente y el paciente, sin embargo, miente siempre) Pero el discurso científico del cuerpo olvida el cuerpo vivido, situándose en una concepción del cuerpo como objeto. El cuerpo anatómicamente separable, desmenbrable, medible, químicamente analizable se sitúa, también, en la consideración del cuerpo como cosa, no en la realidad de un cuerpo vivenciado por mí mismo y por los otros y en una realidad cuyo contexto son las relaciones humanas. A estas alturas de la historia nadie negará, desde luego, que la base última de lo real es la materia, materia de la que nuestro cuerpo está hecho. No negaremos nadie que somos un conglomerado muy bien organizado de átomos, moléculas, células, tejidos, órganos y sistemas. Pero, precisamente la compleja organización de esa materia se expresa psicológica y vivencialmente con otros términos, con otro lenguaje que el bioquímico o el médico. Esa complejidad con la que se organizan nuestros átomos se traduce en emociones, deseos, ideas, que pueden y deben ser abordadas desde una pluralidad de lenguajes: el de las ciencias empíricas es sólo uno de los posibles, también está en de la filosofía, el del psicoanálisis, el del arte…Si sólo tuviera sentido hablar un lenguaje, si sólo fuera válido y legítimo hablar un lenguaje, entonces serían absurdas, incomprensibles y superfluas casi todas nuestras palabras y gestos que nos conectan y nos relacionan con los otros: no le digo a mi novio “ en mi cerebro están produciéndose una serie de reacciones químicas e impulsos eléctricos que mandan mensajes a mi piel y aceleran mi ritmo cardiaco y respiratorio”. Le digo “te quiero”, le beso, le acaricio. No hagamos de la ciencia (basada en pre-supuestos, principios asentados previos a la propia investigación) el discurso único, imperante, absoluto y absolutizador, total y totalizante, ilimitado. Porque, entonces, no habremos aprendido nada de la Historia y estaríamos haciendo de la ciencia la nueva religión de la humanidad.

De todas las formas de pensar el cuerpo a mi me resulta la más sugerente la del cuerpo en tanto límite. ¿En qué sentido o sentidos podemos entender el cuerpo como límite? Este término, `límite´ puede entenderse en un sentido positivo o negativo. Nuestro lenguaje también expresa muy bien esta ambivalencia del término: podemos decir “esto me limita” y con ello expresamos la negatividad del límite, un impedimento o un obstáculo. Pero también decimos lo positivo del límite en expresiones tales como “necesito poner un límite a esto”. Quizás el ser humano se pasa la vida estableciendo límites (comienzos, principios y términos, finales) para constantemente rebasarlos. Nuestra historia refleja que constantemente hemos pensado modelos humanos (posibles o imposibles) a los que parecernos y de los que alejarnos. Quizás el cuerpo, en todas las formas en que ha sido pensado y vivenciado supone siempre un límite, un principio de realidad, para todos esos modelos humanos que, en la mayoría de los casos, deshumanizan. El cuerpo es un límite temporal y espacial para esas formas de pensar metafísicas que pretenden sublimar, en el sentido de cambio de estado físico, al ser humano. Es un límite relacional para esas formas de entender las relaciones humanas en las que se pone en juego la idea psicótica de fusión total con el otro. Y sobre todo…así me gusta pensarlo, también el cuerpo es un punto de encuentro, la piel es esa región donde el adentro y el afuera acontecen: las emociones y pensamientos afloran a la luz del sol, se exponen al otro; y la piel recibe del sol la luz y del otro sus miradas, sus palabras. Nuestra piel es un ágora....

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Quizás pensar el cuerpo como límite pasa por mantener viva la pregunta por nosotros mismos. Esta será la forma de rebasar  los confines (el término límite también tiene esta acepción de término, de final, de acabamiento) en torno a lo dicho y pensado por otros, los límites que imponen al ser humano real, de carne y sangre modelos humanos elaborados desde un pensamiento de control y dominio. Pensar siempre requiere, en cierta medida, ir más allá de lo dicho por otros, superar los límites heredados, recomenzar, abrirse de nuevo…Y a eso os invito a todos después de estas palabras, a no quedarse en ellas, traspasarlas y a charlar, o mejor…os invito a danzar (la más corporal de las artes) con las ideas propias, a ponerlas a bailar fuera de la cabeza para que las de un poco la luz y crezcan, para moverlas y exponerlas, para que se toquen con otras, se miren, se gusten o se rechacen pero sobre todo para que no se sientan solas, o peor aún, únicas en la oscuridad del cráneo-cueva.





domingo, 14 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ…POETA

Este año se cumple el centenario del nacimiento de un hombre…de un poeta español, de Orihuela. Miraba el mundo con la naturalidad, la sensualidad y la sencillez de un pastor de cabras, se significó como obrero y republicano, como amante compañero, amante esposo, amante padre; a este hombre le llevaron los Vientos del Pueblo y se le llevó la ignominia de las cárceles franquistas. Por vivir y morir así, pasó a engrosar las filas de los poetas censurados por el franquismo. Poeta calificado de “autodidacta”, “del pueblo”, “rojo”, fue un gran desconocido para los estudiantes y los lectores españoles hasta que un corajudo editor barcelonés, Janés (de la editorial Plaza&Janés), se atrevió a publicar en los años sesenta un pequeño volumen con obras escogidas para salvar la censura. Fue uno de los poetas más leídos por los universitarios españoles de los sesenta y setenta…aunque su obra no formaba parte de los planes de estudio oficiales.
Cien años hace que nació Miguel Hernández, cien años que “empezó a vivir y empezó morir de punta a punta”. Los verdaderos poetas, esos que hacen esa clase de poesía que no hace falta clasificar y calificar, esos hombres… están naciendo, viviendo, soñando e incluso muriendo a cada instante.
No quiero que estas líneas sean una simple reseña biográfica de un Poeta. Si la poesía tiene sentido, si la poesía es verdaderamente Poesía, la biografía del que la escribe importa tanto como la biografía del que la lee. Porque en ese momento en que se recibe la Poesía hecha (la Poesía se hace, se crea, no sólo se escribe) en ese momento… algo cambia en la vida. ¡Qué extraño se me hace que hayan pasado cien años desde que nació Miguel Hernández! A mi me parece que fue hace muy poco…hace casi un instante, cuando con 15 años comencé a recibir y a hacer míos sus versos.
Los versos de este cabrero de Orihuela decían bien lo que una chica de un barrio madrileño sentía. La adolescencia es esa edad en la que las primeras emociones, esas que luego serán el suelo donde se levantarán las ideas que nos vertebran, son tan intensas que es difícil ponerlas en palabras. Miguel Hernández era uno de esos poetas donde yo me leía. Ese es el sentido y la necesidad de la poesía, de la literatura, de la lectura. Después, cuando creces no se vuelve a leer igual. Pocas veces vuelve una a leerse en las páginas escritas por otro. Una se entretiene, o comprende, o comparte, o disiente….pero ya la latitud del tiempo y de la identidad conseguida, hace que uno tenga lenguaje propio para lo que siente y bastante distancia crítica. No hay auténtica adolescencia sin poesía, no hay verdadera madurez sin filosofía…no hay verdadero viaje que no lleve al final al descubrimiento de uno mismo.
En Miguel Hernández leí por primera vez la rabia por la injusticia….cómo resonaban en los laberintos de mi pecho aquellos versos que decían:“Me duele este niño hambriento/como una grandiosa espina,/y su vivir ceniciento/revuelve mi alma de encina./Lo veo arar los rastrojos,/y devorar un mendrugo,/y declarar con los ojos/que por qué es carne de yugo.” Leí también en sus versos la extraña y violenta sensación que uno tiene al experimentar la temprana muerte de un familiar querido: “Ando sobre rastrojos de difuntos,/ y sin calor de nadie y sin consuelo/ voy de mi corazón a mis asuntos./ Temprano levantó la muerte el vuelo,/ temprano madrugó la madrugada,/ temprano estás rodando por el suelo./ No perdono a la muerte enamorada,/ no perdono a la vida desatenta,/ no perdono a la tierra ni a la nada”.La visión de la belleza…la necesidad de que aquel que quería que me mirara, me recordara como decían aquellos versos: “¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria/ del privilegio aquel, de aquel aquello/ que era, almenadamente blanco y bello,/ una almena de nata giratoria?” Y qué decir de aquel poema, El hambre, en cuyos versos leí y entendí lo que sintieron mis abuelos y tantos otros: “Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,/ tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,/ el pan, el día, el hambre no tenga compartido/ con otras hambres puestas noblemente en la boca./ Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera/ hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente./ Yo, animal familiar, con esta sangre obrera/ os doy la humanidad que mi canción presiente/. Comprendí con los versos de este poeta, las luchas de un pasado no tan remoto y yo también sentí por primera vez que Para la libertad hay que sangrar, luchar, pervivir…”Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,/ ella pondrá dos piedras de futura mirada/ y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan/ en la carne talada./ Retoñarán aladas de savia sin otoño/ reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida/ Porque soy como el árbol talado, que retoño:/ porque aún tengo la vida.” Y me sentí orgullosa de los míos, de mi padre, mi madre que habían padecido la misma guerra que Hernández, y en su vivir me trasmitieron lo mismo que el poeta: “Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes, tristes./ Tristes armas/ si no son las palabras./ Tristes, tristes./ Tristes hombres, /si no mueren de amores./ Tristes, tristes.” Orgullosa de mi abuelo que había sobrevivido a las mismas cárceles a las que no pudo sobrevivir Hernández: “Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,/van por la tenebrosa vía de los juzgados:/buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,/lo absorben, se lo tragan”.Orgullosa de los míos porque, a pesar de las tristes guerras y de las sombrías cárceles, me habían criado con canciones de esperanza, como la Canción Última de Hernández: “Pintada, no vacía:/ pintada está mi casa/ del color de las grandes/ pasiones y desgracias./ Regresará del llanto/ adonde fue llevada/ con su desierta mesa,/ con su ruinosa cama./ Florecerán los besos/ sobre las almohadas/Y en torno de los cuerpos/elevará la sábana/su intensa enredadera/nocturna, perfumada./El odio se amortigua/detrás de la ventana./Será la garra suave./Dejadme la esperanza.”
Este año se cumple el centenario del nacimiento de un Poeta….y, con decir esto no deberían ser necesarios más calificativos.

ENLACE:

Vuelvo a casa


En cada palabra que digo
estoy volviendo a casa.
A la puerta de madera y ángeles azules,
al arrullo, en las cálidas noches,
de las canciones y los abanicos
por el patio de luces.

Cada conquista en mi vida
reconquista mi casa.
Silenciosa, trabajosamente madrugadora,
dueña del huerto del padre,
del arraigo de la encina que protege mi ahora.

Cada batalla que pierdo
me devuelve a mi casa.
Al regazo caliente, oloroso
de la madre niña, de la madre azúcar,
del futuro de la fruta madurada en casa.

Vuelvo a casa
Todo lo que hago es volver a casa.
Orgullosa, triste,
derrotada o en calma
Vivo siempre retornando a casa.

ENLACE:
http://www.youtube.com/watch?v=USVI6-08Lc4

jueves, 4 de noviembre de 2010

El mundo va muy rápido,
deseo fugaz
satisfacción barata
amores urgentes.
Consumimos
Nos consumimos

¡¡¡¡Parad!!!

Váis a morir sin Vivir

ENLACE:
http://www.youtube.com/watch?v=kO35durv9ts

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Hay quienes, sobre las ruinas que vienen,
podrán recordar los antiguos paisajes,
podrán retener en algún lugar de sí mismos
una íntima imagen del hogar.

Mas yo no empecé aún a caminar mi camino,
no pude encontrar todavía mi lugar en el mundo.
Me sobra herencia y memoria.
Me faltó tierra y porvenir.

En este instante en el que la nada nos pisa los talones
es necesario que conserve toda mi pureza
¿estaba acaso escrito mi destino?
¿Ser la loca de la luz en esta oscura escombrera?

Y resistir….
Y resistir…
Y resistir…



http://www.youtube.com/watch?v=h4g6K-jOPAc   
¿Aún no sabes lo que desean los bárbaros?

Deslúmbralos con el poder de las rameras sagradas:
Adorna y perfuma tu rostro,
Cimbrea tu cuerpo lozano;
Que tu pecho y tus labios se inflamen de humedades,
Mas nunca de sentimiento.
Hazles sentir que quizás
-¡cuídate de que sólo sea quizás!-
todo eso puede ser suyo.

Escucha sus bárbaras palabras,
Mas no importunes su vanidad con las tuyas.
Juégalos, muestra,oculta -¡oculta!-
Y nunca arriesgues nada de ti,
no es ese el juego.
¡es tan fácil seducir a los bárbaros!
¡son sólo niños hambrientos!
¿qué será de ti, niña, sin los bárbaros?

Seré una mujer, libre y desnuda.
Y una mujer no espera a los bárbaros

viernes, 26 de febrero de 2010

Soy ligera

Soy ligera,
toda la pesadez de mi alma
se evapora por los poros de mi piel.

Crecí en un ágora
expuesta a la luz del sol
y a los colores de los rostros.
Por eso, como Caeiro, sólo tengo
mirada...no pensamiento
siento...no calculo.

Fui esclava una vez,
estuve partida en cuerpo y alma,
pero me liberé y, con Kavafis,
emprendí el viaje hacia Ítaca.

Allí, en el Helesponto, duerme mi alma,
mientras yo sigo el viaje
sin que me lleven las musas de trenzas violeta.

Y sólo tengo toda la profundidad de la alegría


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miércoles, 24 de febrero de 2010

Las vidas que he de vivir

"existen infinitas formas de vivir
y sólo conozco una”
Diego Lamas- Feijóo
“quien vive más de una vida,
más de una muerte ha de morir”
Oscar Wilde


De mi niñez, con esplendor:
Magia, inocencia, ojos hambrientos.

De la locura, adolescencia:
Miedo, muerte, ojos hambrientos.

De este lúcido ser mujer:
Comprensión, libertad, ojos hambrientos.

Ya he vivido más de una vida
ya he muerto alguna muerte:
Y sigo teniendo ojos hambrientos

Es lo único que deseo llevarme
A las vidas que aún he de vivir.




Páramo


Y la niña llegó al Páramo
de los hombres sin rostro,
dónde la Vida
se enfría
se calcula
se representa